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La imagen de la mujer en el románico provincial segoviano

¿Te has preguntado alguna vez cómo era la mujer de los tiempos del románico? No, no me refiero a las encumbradas damas de la nobleza de las que todos hemos oído historias sino a las invisibles, a las que vivían y morían en las pequeñas villas y aldeas, a aquellas mujeres sin nombre que, de forma anónima, contribuyeron al éxito de la repoblación del sur del Duero, de la entonces llamada Extremadura castellana. Para responder a la pregunta, habría que remontarse en el tiempo a los siglos XII y XIII, a los tiempos heroicos de Plena Edad Media.

Sabemos de ellas a tenor de la documentación medieval que vivían a la sombra de los hombres, desde una posición de subordinación, en casi todos los ámbitos de su vida. Que la sociedad medieval fue una sociedad masculina es algo indudable. Fueran laicos o clérigos, nuestra historia lleva claramente el asimétrico sello del dominio del varón. Su cosmos, su familia y el vecindario más cercano, era todo su mundo, un universo muy restringido y con frecuencia agobiante. 

Eternamente menor de edad y secundaria sin derecho a premio, la mujer, salvo excepciones en las clases más privilegiadas, no tuvo voto y apenas voz, y eso sin hablar de las campesinas, artesanas, viudas pobres, enfermas o sectores marginados que compusieron realmente la gran mayoría de la población en la Edad Media. La mujer de los tiempos de la repoblación no formaba parte de la clase militar, ni de la clase política ni de la clase administrativa, ni de la gremial, que empezó a gestarse entonces, y sin embargo fueron repobladoras por derecho propio y contribuyeron al desarrollo y a la cohesión de villas y aldeas.


En fin, esta sería una burda descripción de un retrato borroso, que requeriría sin duda unas buenas dosis de imaginación, pero, se me ocurre que, quizás, la representación más plástica de la imagen de la mujer en el mundo rural la tenemos muy a mano, sin ir demasiado lejos: quedó plasmada, a falta de otros registros, en los sobrios templos románicos de nuestros pueblos. Posiblemente conozcas muchos de ellos y tendrás forjada una idea al respecto. ¿Coincidirá con la mía? Al menos espero que compartamos que el románico nos invita a comprender cómo se veía a las mujeres en esos siglos del cambio, aunque, como siempre, de forma abiertamente manipulada, orquestada esta vez fundamentalmente por la Iglesia. Lo cierto es que, aun teniendo claro que las diversas interpretaciones de la escultura y la pintura románica pueden ser más que discutibles, mujeres de todas las clases sociales y de todos los estados civiles se asoman desde las decoraciones de nuestras iglesias y retratan una comunidad parroquial en la que ellas, aun en segundo plano, nos ilustran sobre esa sociedad en la que les tocó vivir.



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Fuera cual fuera su condición, mujeres anónimas, tanto individualmente, y en mayor medida como grupo social, hicieron posible el éxito de la repoblación medieval, en la era del románico. Sin ellas no habría sido posible. 
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